En el Norte del Perú, más específicamente en la ciudad de Chiclayo, casi a 800 kilómetros de Lima, existen brujos y chamanes que todavía conservan milenarios rituales de magia y hechicería de todos los colores conocidos, entre ellos, la magia negra, la blanca y la roja.
Los brujos negros son aquellos que trabajan con las fuerzas del mal, para causar daños y destrucción, mientras los brujos blancos buscan armonizar situaciones movilizando buenas energías. La magia roja es tradicionalmente la magia del amor y la pasión, que ellos canalizan para atraer a las parejas que se han ido o han perdido el interés por quienes demandan sus trabajos.
Los chamanes son muy cuidadosos a la hora de hablar con gente extraña, aunque algunos son más abiertos y conversan con tranquilidad, incluso dejan que les saquen fotografías.
Un brebaje famoso que utilizan éstos brujos del Perú, afamados por sus efectivos brebajes curativos de enfermedades que en muchas ocasiones no han hallado solución en la medicina tradicional, es el Cactus de San Pedro, el cual les causa alucinaciones que les conectan con el más allá.
El turismo chamánico en el norte del Perú, es todavía muy incipiente, ya que hay otras zonas donde se reúnen grupos completos a orar y realizar rituales que incluyen quema de inciensos y esencias que agraden a sus dioses y divinidades.
No es extraño ver cómo en varias latitudes, especialmente en Latinoamérica, exista tanto ritualismo y paganismo inclusive, ya que éstas prácticas se sustentan en resultados que efectivamente han logrado sanar enfermedades incurables, conseguir objetivos que de otro modo no se han conseguido, y manipular la vida de otras personas, a cambio de ofrendas suculentas, que pueden incluir vidas humanas incluso, a las divinidades que están tras de esto.
Para los turistas puede resultar muy curioso e interesante observar e indagar en estos fenómenos. Para mi gusto, indagar en asuntos que mueven fuerzas desconocidas y que no se está preparado para manejar en un minuto de descuido, puede ser una experiencia peligrosa, tal como sucede con la maldición de las momias de Egipto, la maldición del oro de las selvas peruanas y tantas otras leyendas que, en efecto, han cumplido sus advertencias, en nuestro siglo.
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