Para los amantes del senderismo, la Sierra del Montsec ofrece rutas dignas de ser visitadas tanto por su belleza como por su valor cultural por los senderos románicos.
Desfiladero de Mont-rebei
Esta sierra es el paraje por los que discurren dos ríos, el Noguera Ribagorzana y el Noguera Pallaresa, tan conocido éste entre los practicantes del rafting, encajonados ambos entre escarpados precipicios que marcan su destino por estrechos desfiladeros.
Hoy día, la acción erosiva del agua y el viento ha formado estos fotogénicos paisajes de piedras y agua en la zona del Prepirineo catalán.
Se puede llegar al pie de este desfiladero desde Pont de Montanyana hasta llegar a su parte más alta, situada a casi 1600 metros de altitud. Desde allí tendremos unas magníficas vistas de la meseta catalana. Allí arriba nos sorprenderemos con la presencia, junto a una pequeña iglesia románica, de lo que queda del castillo de Girbeta.
La vegetación es bastante pobre, es cierto, pues son más bien paisajes áridos y escarpados; quizás nos encontremos con bojs y robles o puede que encinas. Pero son esos paisajes áridos, casi lunares o los que nos recordaría cualquier película western de aquellas de nuestra infancia los que atraen nuestra atención.
El desfiladero es espectacular por su estrechez, que a veces alcanza los menos de 20 metros de ancho que se enfrentan a los casi 500 metros de altura que tienen sus paredes, lo que le da una sensación de profundidad que impresiona. Y por allí abajo es por donde pasan las aguas, solitarias y silenciosas.
Pueblo de Ager
Por allí abajo el Noguera Pallaresa deja a cada lado al Montsec d’Estall y al Montsec d’Ares. Atravesando, por tanto, este desfiladero de Mont Rebei, llegaremos hasta la ermita románica de La Pertusa, a cuyos pies se extiende el pantano de Canelles, para de allí seguir nuestras andanzas hasta el pequeño pero agradable pueblo de Ager donde suelen reunirse aficionados de deportes extremos como el parapente o el ala-delta.
Allí decidiremos si pasar la noche o continuar nuestra ruta senderista que podría llevarnos por el propio Noguera Pallaresa a atravesa un nuevo desfiladero, el Paso de Terradets en dirección hacia Guardia de Tremp, o bien en sentido contrario hacia Camarasa y su presa, construida en el año 1920.
El bosque de Sagano Arashiyama | El sendero del bambú
Y nos vamos bien, bien lejos para hablar sobre otro de los senderos más románticos que existen. Por el nombre del bosque y por la principal atracción (el bambú) podéis haceros una idea de cuánto de lejos nos trasladamos, y sobre todo, de por qué zona nos moveremos en este otro sendero romántico.
Sí, nos vamos a Asia, concretamente a Japón, y en especial, a la ciudad de Kyoto. En el nacimiento del monte Arashiyama se encuentra un bosque de lo más cautivador, un lugar al que no estamos acostumbrados los europeos ni por asomo, y es que no es para menos, ya que está conformado por el bambú. Ya de por sí es impresionante ver cualquier árbol de bambú, y sin embargo, en este sendero, pasearemos al cobijo de más de cuarenta especies de bambú. Sí, porque no se trata del bambú y ya está, sino que hay una gran variedad de bambúes diferentes.
Este árbol tiene unas características que a cualquiera que no sea asiático les sorprende. Probablemente a ellos también, pero claro, están más bien acostumbrados a su forma. Como digo, son cautivadores, esos árboles que nada tienen que ver con los que nos tiene acostumbrados la flora de nuestro país y nuestro continente.
Son como tallos gigantes que nos recuerdan un poco a la historia fantástica de «Jack y las habichuelas mágicas», que plantó sus habichuelas y estas crecieron y crecieron hasta formar una increíble escalera al cielo. Pues así nos parecen muchas veces que son los bambúes, grandes escaleras que rozan el cielo. Y nos sorprende sobremanera además que puedan mantenerse tan firmes, que no se quiebren cuando los mece el viento, sino que a su merced, bailan como lo harían las ramas de los árboles a los que sí estamos acostumbrados.
Desde luego, dar un paseo con tu pareja por senderos así creará un efecto inmediato. No solo son especies impresionantes, sino que también abruman y nos hacen sentir pequeños. Puede que eso parezca algo negativo, pero todo lo contrario. Cuando nos sentimos diminutos tenemos la tonta sensación de que nuestros problemas también lo son, y sin darnos cuenta, la carga con la que tenemos que ir siempre a cuestas se reduce y empezamos a sentirnos más aliviados.
Y si existe alguna pequeña rencilla en la pareja, allí, rodeados de árboles infinitos que tan pequeños nos hacen sentir, apreciamos en mayor grado el cobijo de quien nos acompaña por el sendero, e incluso se crea esa sensación de protección, de vernos acompañados, como si nada malo pudiera ocurrirnos allí escondidos. Protegidos en las inmensidades del bosque, y protegidos también del bosque mismo por quien camina con nosotros de la mano. Es sin duda alguna uno de los senderos más románticos por los que pasear con nuestra pareja.
Porque el romanticismo está en los pequeños detalles, esos que a menudo olvidamos, como caminar juntos por un lugar mágico que reaviva la magia de cuando nos conocimos.