Es curioso cómo hay ciudades que se recuerdan más por un detalle o por unos de sus monumentos que por la ciudad en sí.
En el caso de Versalles, en el primer elemento en que se piensa es en el famoso Palacio, pero pocos se detienen a pensar que, tras el fastuoso Palacio, tan íntimamente ligado a la historia de Francia y a Luis XIV, se encuentra toda una ciudad que destila elegancia y buen hacer en todas sus calles.
Versalles sigue siendo una ciudad burguesa, con mucho estilo, tan cerca de la propia París que casi podríamos confundirla con ella. Es una ciudad de amplias avenidas en las que destacan la Avenida de París, la de St. Clud y la de Sceaux, que confluyen en la que es la principal plaza de la ciudad de las Armas.
Chateau de Versailles Temple Amour
En ellas se pueden admirar dos grandes museos, uno de los cuales, la Gran Caballeriza del siglo XVI, alberga una colección de carrozas de siglos anteriores. Muy cerca, entroncándose directamente con la Historia de Francia está el lugar donde se originó la Asamblea Nacional en el año 1789, en los albores de la Revolución Francesa.
Pero es en el barrio de Saint Louis donde se encuentra el casco histórico, callejas que se conservan desde el siglo XVIII, y donde además, se puede degustar la mejor cocina francesa. Cerca se encuentra, además, la catedral de Saint Louis (1743-1754) de estilo neoclásico, y las Carrés Saint Louis, un mercado que data del año 1737.
Otro de los barrios más famosos de la ciudad es el de Notre Dame donde podremos admirar el teatro Montansier que fue inaugurado por Luis XVI y María Antonieta. También la plaza más cercana, la de Hoche, de forma octogonal, fue diseñada por uno de los delfines: Luis XIV. Toda la ciudad es un compendio de arquitectura de clase, elegante, con un estilo tradicional, que nos recuerda al ambiente social de la época dorada de los reyes de Francia.
Versailles eglise Notre Dame
Y sabor tradicional es el que destila también el pasaje de la Geole, repleta de tiendas de anticuarios y arte, que se alternan con restaurantes típicos. Un poco más abajo, el mercado de Notre Dame. Siguiendo nuestro recorrido en dirección al Palacio de Versalles está el museo Lambinet que alberga obras de los siglos XVIII y XIX.
Es Versalles, la ciudad, un lugar que merece la pena pasearlo para ambientarnos, para situarnos en pleno siglo XVIII, en la época del Rey Sol y de sus hijos; en los momentos de la Revolución Francesa, y de ese modo hacernos al cuerpo a la maravilla que nos queda por ver su Palacio.
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Imágenes: Wikipedia