La llaman la Capilla Sixtina mexicana y, realmente, de todas las iglesias que he visto en este país, me parece la más impresionante de todas. ¡Que su exterior no te engañe!
Una de nuestras paradas en el viaje por el Altiplano mexicano y colonial fue en Atotonilco. Se trata de un pequeño poblado próximo a San Miguel de Allende, a unos 12 km, y a simple vista uno diría ¿Qué hago aquí?. Después, al entrar en la iglesia, la cosa cambia por completo. No es de extrañar que esté declarado Patrimonio de la Humanidad doblemente:
- fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 2008 junto a San Miguel de Allende,
- fue uno de los más de 60 sitios individuales inscritos como Patrimonio Cultural de la Humanidad, como parte del Camino Real de Tierra Adentro, en el año.
Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco
El nombre de este lugar es Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, que fue fundado por el padre Luis Felipe Neri de Alfaro en el año 1740. Dicen que éste encontró inspiración para su edificación en el Santo Sepulcro ubicado en Jerusalén. A pesar de que para muchos viajaros se mantiene fuera del radar, este lugar es muy conocido entre los fieles y los mexicanos.
Por una parte, aquí realizó sus Ejercicios Espirituales San Ignacio de Loyola. También este edificio fue partícipe de la Independencia de México pues el cura Miguel Hidalgo tomó de aquí la bandera del ejército insurgente, que no era otra que un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe. A su vez, al Señor de la Columna que entre sus paredes mora, se la atribuyen milagros de curación, por lo que es visitado por muchos fieles y, a su vez, es esperado en su regreso a San Miguel de Allende (una visita anual).
Evangelización a través de imágenes
La institución de la Iglesia ha evangelizado por muchísimas partes del mundo y, en todos los lugares, se ha utilizado la imagen para poder predicar su doctrina. ÿsta va a ser la base de muchísimas obras maravillosas, no solo pictóricas, si no también escultóricas que podemos encontrar en infinidad de lugares del mundo. Uno de ellos es ese santuario.
En el caso de los pueblos prehispánicos de México de la zona -guachihiles, guamares, tepehuanes, capuces y otomíes, entre otras etnias próximas- el lenguaje también suponía una barrera para los misioneros y los indígenas. Como solución, el padre Luis Felipe Neri de Alfaro ordenó, en el siglo XVIII, que se pintara la historia del evangelio por todos los lados del santuario: en los techos, las bóvedas, las cúpulas, las linternillas y los muros del santuario, casi hasta el suelo.
Para llevar a cabo esta labor, comisionó al artista local Miguel Antonio Martínez Pocasangre para llevar a cabo tamaña empresa. El estilo de este pintor es una mezcla entre el barroco, tan presente en el arte de la época, y los murales renacentistas tan populares siglos atrás (un ejemplo perfecto es Miguel Ángel). Algunas de las imágenes también fueron pintadas por José María Barajas. Ambos, consiguieron crear imágenes muy vividas, con movimiento y dramatismo, que pareciera que van a cobrar vida allí mismo.
El trabajo de este artista es magnífico. Es imposible encontrar un hueco que quedara sin pintar, sin mostrar alguna parte del evangelio. Tanto es así, que si lo encuentras, te avisarán de que es producto del deterioro, no un lapsus del pintor. Un dato tremendamente importante, para poder conectar con los lugareños, también se incorporó a la obra rasgos y elementos pictóricos propios de las culturas prehispánicas.
Junto con los murales, las esculturas y las pinturas al óleo también se encuentran relatos de la vida y la Pasión de Cristo, y en menor medida también hay relatos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, están representadas escenas como el beso de Judas, la Vía Dolorosa, la Crucifixión, entre otras.
Dentro de este Santuario encontrarás siete capillas: Calvario, Santo Sepulcro, la de Loreto, la del Santo Cenáculo, la de la Purísima, la de Belén y la del Rosario.
En cuanto a la fachada es sencilla, con una puerta coronada de arco mistilíneo con movimiento, con ventanas cruciformes, y la saliente de plata semicircular del crucero. En lo más alto destaca la gran cúpula. Si uno se fija bien en la fachada, todavía se pueden ver las marcas de antigua pintura que ha debido de deteriorarse, hasta perderse, en el tiempo. A simple vista, parecían pasos del viacrucis, pero no os lo puedo confirmar por completo.
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